Hay mucho afán en la actualidad en controlar las emociones mediante el control del pensamiento, ¡Relájate!, ¡Respira!, nos dicen. Como si el pensamiento controlara lo que sentimos. Si fuera así de sencillo ninguna persona tendría miedo o ansiedad, pero lo cierto es que sigue ocurriendo, la gente se sigue preocupando.
Esta idea de ilusión de control se derrumba cuando descubrimos que nuestras emociones no podemos ni provocarlas ni controlarlas. Nuestras emociones se construyen sobre la base de sensaciones que derivan de experiencias que vivimos.
El cambio se produce en la ansiedad cuando hay un cambio sobre la
estimulación externa, sobre las cosas, sobre experiencias que
me permiten construir realidades diferentes.
No hay que intentar controlar las emociones, sino gestionar los efectos en los estímulos que las provocan:
Si yo quiero no tener miedo a algo, tengo que poco a poco enfrentarme a lo que me da miedo para dejar de tenerlo. Pero si me encierro pensando que tengo que ser valiente difícilmente lo seré. Sin embargo, si cada día hago algo diferente, salgo de casa, del patio, de mi calle , de mi barrio, me convenceré a través de la experiencia.
La misma sensación de ansiedad la voy orientando en esa apertura, la valentía, la fuerza que adquiero al hacer pequeñas cosas diferentes.
La experiencia emocional no es pura, la sensación será construida en la interacción entre la experiencia (lo que hago) y el significado(sensación y cognición).
La misma realidad de la ansiedad se puede entender de dos formas soy fuerte porque me estoy enfrentando, soy débil porque no puedo, porque estoy evitando.
Una persona que sabe gestionar y canalizar los estímulos será un adulto equilibrado. El estímulo externo o interno que nos activa, es anterior a nuestra conciencia, es subcortical, es anterior a nuestro control. No podemos controlar lo que viene antes de nuestra experiencia. El intento de controlar es el que nos lleva a un descontrol total.
Los procesos perceptivos influirán en el pensamiento que tengamos sobre nosotros mismos, lo que hacemos con el miedo hará que piense algo determinado sobre mí, según lo que yo hago con el miedo, me veré débil, valiente o con dificultad.
Está mediado por la comunicación, yo siento una emoción y me comunico conmigo mismo, me hablo y luego hablo con los demás y confirmo o desconfirmo.
Podemos pensar en esto como el mar, podremos aprender a navegarlo, pero no tendremos el control del mar.